martes, 2 de septiembre de 2014

PORTUGAL Y ESPAÑA: DE LLANOS Y MONTAÑAS...

...Entonces, también era Julio.


Nota del Autor: No espere vuestra ilustrísima hallar en la crónica que va un paseo turístico por ciudades; con mis caminatas callejeras; con la postrera cerveza al caer la tarde bajo el monumento de turno....en esta ocasión no.

Es esta una escapada nacida de necesidades básicas; las del mero rodar por rodar; buscando carreteras mejor chicas que grandes; la de encontrar -empresa difícil en pleno Julio- lugares pocos trajinados por turistas y demás visitantes, incluso moteros.

Gusto de soledades, sobre y bajo la moto.
En ocasiones, creo que sufro enoclofobia...dita sea. ;-)



Si tras todo ello te apetece venir a rodar por la Península para luchar contra un vendaval y, sobre todo, padecer calores tan agobiantes  como previsibles, sube que te llevo...



Érase una vez......

1º Día. Cangas-A Guarda. 561 km.

Es Lunes a primera hora de la mañana. Luce el sol. Debí salir ayer pero llovía.
Las cosas ya están cargadas. Solo queda comenzar.

Salí de Cangas despidiéndome del Puentón, para tomar la nacional sentido a Oviedo.



Fresco y algo de niebla hacen que agradezca la idea de vestir la cordura. Dice el calendario que estamos en verano, pero en el norte peninsular eso, aún, está por ver......

Voy camino de Grado, para a continuación tomar la AS 15 que me llevará por la divertida carretera hasta la otra Cangas asturiana, del Narcea.



Ruedo por un centro que está con algo de circulación. Pequeño atasco que me quito parando a fotografiar al minero que, en un pedestal, representa al dura vida de la minería del carbón.
 
Cangas de Narcea.


 

Pasaré a León por Leitariegos, cerca de la estación de esquí.



 La subida -llevadera-  me mostrará vistas del verde valle. Orografía menos calcárea que la zona de Picos de Europa, las maneras suaves y romas de la Cordillera, aquí, dan sosiego.

 


Camino de Villablino, paso por la cuenca minera por excelencia leonesa. Muy similar en formas a la vertiente asturiana, la diferencia grande es la subida de la temperatura.
 

Metí rumbo oeste, y ya por tierras gallegas, teniendo como compañera la vera del Sil, ruedo por la N120 bajo un calor que ya molesta.

 

 


Decidí parar a comer algo en un parque del lucense Quiroga. Sombra necesaria y siesta mini antes de continuar.

Quiroga.


 
 

Tiempo después crucé Orense capital. Desde el puente veo con envidia terrible a la gente tostándose y bañándose en las aguas del río.

Orense.
 

 

Aquí comienza la parte de las etapas en las que el reloj y el calor van pasando sus particulares facturas en forma de cansancio.


Tras pasar por varios pueblos, ya en Pontevedra, llegué al comienzo de la subida a uno de los castros mas chulos y bien conservados de la cultura castreña norteña.

 A Guarda.


La ascensión deja ver la costa atlántica bañando el último, o primero, de los pueblos españoles frente a Portugal.
Imágenes que intento capturar con la mente y la Canon.



Un paseo por el castro hasta las antenas de tv, y bajo hasta la gran ría del Miño, donde, espero, encontraré el camping.

 



 

 

 Monto el campamento; me baño en la piscina; tomo el sol y leo hasta que, tras cenar, me meto al saco.


Mientras la colchoneta me balancea levemente, escucho el rumor del silencio nocturno.....y una cisterna.


2º Día. A Guarda-Avis (Portugal). 586 km.

Apenas despunta el sol por el horizonte, bajo la cremallera de la tienda. Ummhh..que buena mañana.



Según salgo del saco noto que, pese a ello, hace fresco. Mucho. El rocío mañanero hace brillar la hierba, la lona de la tienda, las estilizadas líneas de Británica...todo mojado a la bolsa.



Salgo por un camino de tierra en la margen española del Miño. Al otro lado me espera Portugal, para tomar la autopista camino a Braga y Oporto.



 Frontera..
 

Gano tiempo rodando por aquí, además los peajes son atendidos por personal, a diferencia de los muchos que ya hay electrónicos.


Pasé la lenta circunvalación porteña, y dejado atrás Aveiro decidí salirme.



Aquí comenzará la auténtica ruta de la jornada. Camino de Águeda, me desvío para, ya en la N230, comenzar un sube y baja por una carretera de montaña cubierta de un pinar inmenso. Precioso entorno ése.


 

En pueblos coquetos y arreglados (muchos cubren las calles con ese adoquín del que gustan los alcaldes portugueses..ummhh) me encuentro con la serrana Portugal.



Me fijo como en el pequeño y pendiente pueblo de Caramulo, (si, si..yo también me iba riendo) los hórreos son similares en formas y materiales a los gallegos.

 



Me avisa el terreno que voy llegando cerca de la famosa Sierra da Estrela, sistema montañoso hermano del salmantino-cacereño.

Estrela, al fondo...


Para subir a Estrela te recomiendo que entres por el lindo pueblo de Seia, pues, aunque por esta vertiente oeste se asciende mas suave, las vistas espectaculares las tendrás de frente bajando hacia Covilha, en la parte este.

Seia.


Estrela.
 



Arriba, además de contemplar un paisaje bonito, paro a ponerme de nuevo la chaqueta. Británica me ha subido al techo de Portugal, junto a una escueta estación de esquí, y, aparte de aire, hace frío.

 







Pasado Covilha, quiero evitar la autopista que baja hacia el sur pues son arcos electrónicos y no quiero jaleos con la GNR.

Covilha.


 

Dará comienzo, pues, la parte mas dura (por el fortísimo calor que sufriré) de la jornada.

Carretera tostada al sol la N18 que me va torturando sin apenas sombras. No he comido. Apenas he bebido. Los pantalones de cordura y la camiseta térmica que en el amanecer pontevedrés se agradecía, ahora hace que las pase putas (o canutas, sorry).



Paro en cualquier sombra a mirar el mapa, pues el gps tiende a ponerse cabezón y mandarme a la autopista. Llegado a Castelo Branco me tiro bajo el techo cubierto del parking del DIA.



Muchos grados celsius en el ambiente; mas aún en el asfalto. Tomo un redbull de gena, mas barato e igual de nocivo-radiactivo, y dos napolitanas que se funden antes de llegar a la moto. El azúcar y la cafeína me dan la vida.

Subiendo a los 38º...

Sigo ruta, y la carretera N3 me dicen las señales de circulación se terminará en pocos metros, obligándome a meterme al peaje....pero no. Pruebo a seguir pese a todo, y en donde en otras vías hay un quitamiedos travesado como fin de carretera, aquí sigue....vaya vaya...



...y paso un puente sobre la autopista, y me meto en un carril paralelo. Vía de servicio asfaltada que, con unos toboganes impresionantes de subida y bajada, me hacen ganar kilómetros.



Rezo para que, de repente, no se termine el asfalto y me quede tirado en el vértice de una de estas cuestas con graba como firme....

Y seguí ruta.


Tras superar con nota esa "trampa" cobratributos, salí camino de Portalegre, cruzando un pantano sobre el gran Tajo, para poco antes, tomar camino de Avis.

Tajo.


Llego reventado. Son muchas horas y demasiado calor. Me da pereza el hecho de pensar en montar el campamento. En el camping del pueblo, junto a una albufeira, acampo.



Un enclave muy bonito, y un suelo muy durito.
El anochecer marca la hora de preparar la cena. Sentado sobre el agua ceno feliz.

Las cigarras, trasnochadoras, aún suenan en la arboleda próxima.



3º Día. Avis-Faro (Portugal). 481 km.

Otra mañana mas me salgo del saco con las ganas de empezar a rodar. Tras prepararme, hacer café y recoger el equipo, salgo del camping rumbo sur.

 
Circularé los primeros kilómetros por carreteras sin nomenclatura. Vacías de circulación, no paso a penas de 70 km/h.  Voy disfrutando. Canturreo mezcolanzas de canciones...feliz, en definitiva.



Voy gozando como un niño. De verdad. La temperatura, la tranquilidad del paisaje de dehesa, tachonado por encinas....

Paso por aldeas tan típicas como similares, pero será en la primera ciudad donde, desde lejos, sé que he de pararme. En la lejanía, un castillo me hace señales para que me desvíe a visitarlo, y lo hago.
Subo, como no por calles adoquinadas, hasta las murallas de Montomor-o-Novo.





Intramuros, los restos de las viviendas medievales invitan a soñar con otros tiempos. Las vistas desde lo alto, preciosas.




 

Tras ello continué rueda que te rueda, siempre por dehesas. Y llegué a otra ciudad: Alcacer do Sal.
Tiene esta ciudad con maneras porteñas, un paseo fluvial muy chulo. Di una vuelta por el centro, el puerto y su puente, el cual paré a retratar.


 

La mejor carretera será la que viene ahora, y que me llevará definitivamente hasta la costa del Alentejo.




Sin un alma, pese a estar a pocos kilómetros de la turística costa, únicamente veo a los ganaderos trabajar en sus tierras. Olor a campo. El calor, aún suave, se deja llevar....Ooohhhh.

Jo que risas llevaba...
Ç = Z...que yo tardé en pillarlo..jiji..





Y tras esto llegaría al litoral. Es mediodía y tengo hambre. Pero quiero buscarme un rincón de los míos para descansar sin acompañamientos y, si puede ser, con vistas.

 



Comí en la vertical del acantilado. El aire comenzaba a soplar (mas tarde blasfemaría de lo lindo por su culpa). Impresionante, créeme. Increíble el balcón encontrado.





Fui costeando, pasando por playas abarrotadas de gentes. Bellos arenales; inmensos pero masificados. Unas fotos y me piré.


 
 

Piqué espuelas sobre el costillar metálico de Británica y fuimos a ritmo hacia territorio del Algarve. El cabo San Vicente es esa esquina de la cara imaginaria que me recuerda la imagen de la Península.

Para llegar hasta ella recorrería unas largas y pelín tediosas rectas desangeladas. Con la mera compañía de los árboles tumbados por un fortísimo y constante viento voy aproximándome.



Varios sustos hacen que vaya en tensión. Inclinado, ora a derecha, ora a izquierda, mantengo la verticalidad sin explicármelo. A esta altura de la película debería estar ya en la cuneta, pero estoicamente -permitan la sobrada- llego al cabo.


Como puedo paro. Todo lleno de coches y autobuses. Ni una moto. Me gusta ser el único idiota por aquí, el mismo que se juega unos cuantos cientos de euros en recambios para Británica si caer se cae.



La gente me mira mientras maniobro; mientras remo para atrás intentando poner el culo a sotavento. Por dos veces casi me tira. Fotografío rápido el faro y los acantilados, y huyo presto del lugar. Al carajo.



Se me hecha la tarde, poco a poco, encima. Me quedan unos cuantos kilómetros aún. Pasado el vendaval, ahora es el achicharramiento que me provoca un sol y un asfalto hirviendo.


 

Un atasco de tres pares me ralentiza y detiene entre Portimao y Faro. Voy por nacional, y es la zona vacacional por excelencia portuguesa. Me agobio. A diferencia de otros motoristas que observo, yo no circulo por el arcén. Mantengo la cola, hasta que harto, decido meterme y gritar "castrón el último..."
 


Pasado Faro, me salgo de la vía por necesidad. El calor ambiental, mas el que sale del tricilíndrico (de las pocas pegas que le doy a Británica), me trae al límite del desmayo. Decido entonces buscar camping, y no se decirte como diantres me quedaron ganas de montar el campamento.

El caos reina en el interior de la tienda. Todo azotado. Me duermo tras la ducha de puro cansancio. Luego cenaré casi a oscuras. Hoy llegué mas tarde de lo habitual. El viento y el calor me han contracturado hasta las cejas.



Pero mientras me desvanecía de puro cansancio, una mueca en forma de sonrisa me decía que hoy había disfrutado de lo lindo por el Alentejo.
Una barbaridad.

4ºDía. Faro (Portugal)-Puertollano. 532 km.

Soy de los primeros en hacer sonar la cremallera de la tienda. El lugar aún duerme.

Tras prepararme y recoger, hago café en un esquina de la parcela. Luego me despediré



Salgo por la carretera hacia el Este. Una carretera entre poblaciones que pareja a la costa me lleva, sin mucha prisa, hacia la frontera.



Cuando llego al Guadiana compruebo que la única manera de cruzar desde Vila Real a Ayamote es en barco. Eso o peaje por autopista. Mal asunto para mis planes.

Así que, pese a los muchos kilómetros que me tocará hacer, subo dirección norte por el lado portugués de "la raya", en la carretera N122, y acierto enormemente por los lugares que descubriré.


Cruzo la reserva natural del Guadiana por una zona de serranía estupenda. Pocos coches que permiten que vaya tranquilo respecto a la velocidad; parando aquí y allá; tirando fotos y tal y tal...



 Llego al bonito pueblo de Mértola, donde lo primero que uno ve desde la lejanía es su castillo. Cruzado el pueblo, las vistas desde el puente dejan ver la buena conservación de su muralla. Los barcos turísticos navegan un Guadiana calmo.





Un ratillo mas tarde llego al arenal de la playa fluvial de Corte do Mingo. Es un pueblo minero.

 

 

Flanqueandome, el campo se ensancha; los amarillos por esta parte de la península son los colores predominantes. Los verdes están reservados para los árboles que escoltan a Británica.



Y de esta manera llegué al fronterizo Rosales de la Frontera, en Huelva, desde el cual, y ya por nacional (que equivaldría a una autovía portuguesa por su buen y ancho firme) fui adentrándome en la provincia jamonera.



Pasé por Aroche y, otra vez desde lejos, atisbé unas almenas desafiantes; esto era en el pueblo de Arocena.



 

 

Subí hasta el castillo. Desde las muralla se tenía unas vistas lindas del pueblo. En lo alto el sol prometía guerra...futura.



A caballo entre Andalucía y Extremadura voy pasando. Cruzo por terrenos serranos y dehesas. Me encantan este tipo de lugares para rodar.

  



Desde lejos unos olores me teletrasportan, de nuevo, hasta el pirineo catalán...un recuerdo en forma de camión y piara..hasta que consigo adelantarlos.

 

El calor castiga desde hace tiempo. Voy sufriéndolo desde antes de pasar la frontera. En la pacense Llerena estoy al borde de la cocción.


Me detengo a repostar y, de paso, ponerme a la sombra mas que apetecible, necesaria, a tomar un Redbull que trago de una tacada.



Algo repuesto en lo referente al espabilamiento, marcharía por una vacía N432.

 Las horas del medio día por aquí, además de soleadas, son muy solitarias. A causa de que??

A por los 40º...


Rodando por una de las zonas mas tórridas de la Península, en esas horas en las que el sentido común y los especialistas dicen que hay que hidratarse mucho y buscar buena sombra, marchaba Gelu -alegre bandolero-...

En Pozoblanco, a donde regresé casi un año después, me dio tiempo para dejar a Británica y tirarme, con casco incluido, a la acera.


Tras un rato medio ido, saqué la cámara y un Redbull (que llevaba en la recámara)...quería retratarme jodido de verdad, como recordatorio para otra vez........

Pozoblanco con sabor a golpe de calor.

Volví a montar tras el segundo "chute" de cafeína. Llevaba mas ritmo que un "bakala" en medio de una sesión techno de Óscar Mulero.



Molido como iba, solo pensaba en el cámping que me esperaba, calculé, en las proximidades de Fuencaliente, provincia de Ciudad Real.


Antes crucé encalados pueblos cordobeses, tan bellos como vacíos..como fue Azuel.


 

Y por fin llegué a mi anhelado y particular El Dorado; venía soñando con su piscina; con sus pinares; su ducha; su.............

Cerrado; closed; pesyado; chapado...mil maneras de decirme ciaooo...


Casi me pongo a llorar. Recompuesto del bajonazo, tracé el plan B, o sea, ni puñetera idea.
 Imploré a Mr. Garmin que me llevara, per favore, a un hotel bueno y barato.

En Puertollano, tras bajar el puerto,  me hospedé, ya cayendo la tarde, en un hotel bueno pero no tan barato como hubiese deseado. Daba igual.



Viendo primero, y oyendo después, pasar el AVE unos metros mas allá de la terraza, los jueces, aquella velada, me dieron K.O. técnico en toda regla....

5º Día. Puertollano-Cuenca. 451 km. 

Anoche dormí como hacía tiempo que  no lo hacía. Aún así me cuesta salir de la cama. Miro por la terraza y veo un día espléndido.

De Puertollano salgo en manga corta.



Al paso por el embalse de Vega de Jabalón paro a observar el sol reflejándose sobre las aguas. Me sorprende, para bien, el notable contenido de agua que posee en estas fechas.



Sigo camino y, antes de repostar, me doy un rulo por el interior de Moral de Calatrava.


Las largas rectas manchegas me esperan en esta jornada que da comienzo. Infinitas llanuras de viñedos y girasoles me esperarán en la Nueva de las castillas.


Llegado a Ossa de Montiel me acerco a recorrer la carretera que circunda una de las joyas paisajísticas de esta parte del país.

La vista se pierde sobre el verde que puebla, sorprendentemente para las latitudes y mes en el estamos, las orillas de las Lagunas de Ruidera.

Lagunas de Ruidera.


Apetece un baño, en serio. Aguas de un color turquesa propios del alto Sella o Cares. Cristalinos colores que dicen mucho de la pureza de las aguas.
 


Pese a la incesante circulación de vehículos y algunos clubs náuticos, la zona mola mucho, en serio te lo digo.



Rueda que te rueda pasa la mañana. Entretenido en vanalidades varias, mato el tedio de las enormes rectas canturreando milongas y remixes de mi repertorio particular...grandes éxitos de ayer y hoy (no te rías que sé que tu también cantas ;-).... De repente, a lo lejos, veo un castillo y unos viejos molinos...oohhh...pardiez...habrá que desviarse pues. Belmonte, es.

Belmonte.
 
Lástima de contenedor....

Lástima de grúa....

Lástima de torreta...(No di una al derechas)
Un mundo de color amarillo se extiende por babor y por estribor. Abiertos de par en par, los girasoles buscan los mas que asegurados rayos solares.



Camino de Cuenca el escenario va cambiando paulativamente. Comienzan a verse los primeros indicios de sierras.


Y subí hasta el Parador conquense, pese a la señal vertical que me ordena que a no ser que tenga reserva en el coqueto establecimiento, ni se me ocurra......

Cuenca.
 

 



 Luego callejeo y, por una empinada y empedrada calle, llego a la catedral y su bellísimo pórtico. Lindo de verdad.



 

Ganas de comer algo me entra viendo en las terrazas a la gente haciendo lo propio. Decido buscar un sitio recogido para mi almuerzo monacal. Arriba de la plaza de la catedral, pasado el Arco del Bezudo, encuentro un parque-mirador, donde,  sobre la bella ciudad, comeré esta jornada manchega.



Luego, daré un rodeo por la carretera que baja encajonada por el barranco del río Huécar para buscar un camping donde montar el campamento.



Pasaré la tarde leyendo a la sombra generosa de los grandes árboles que, como guardianes, rodean al campista.

Al caer la noche el lugar se pondrá hasta la bandera de furgos, tiendas, caravanas y......niños, millones de  chillones y zascandiles niños...pobres de sus papás, pensé, pobres.



En fín.
Tapones y a soñar a la voz de arrrr....


6º Día. Cuenca-Roncesvalles. 536 km.


Casi en silencio, con miedo de molestar, salgo de la tienda. Me preparo y comienzo la rutina matutina de recogerlo todo.



A las 8 de la mañana, hora habitual de salida en campings, acciono el botón rojo....brrrummmmm....Comienzan a caer los primeros kilómetros. Voy muy despacio; no hay prisas.



El sol está tapado en muchas zonas por las altas montañas de la serranía de Cuenca. Llego hasta el pantano de La Toba, donde hace dos años me dí un baño rico, rico.




 

Continúo, pasado el pueblo de Huélamo, hacia el nacimiento del río Cuervo -donde no pararé-.


Esta carretera, con sus pequeños pueblos, me parece una delicia. Bajo paredes verticales de roca y miles de pinos circulamos Británica y un servidor en total armonía mutua.



 

Al otro lado de esta joya serrana, en tierras de Teruel, las rectas y el secano se hirán haciendo predominantes.

Antes llego al interesante centro de Molina de Aragón, en Guadalajara. Las murallas tiran de chulería para impresionar al visitante....y vaya si lo consiguen.

Molina de Aragón.

  






















Hasta Monreal sin novedad. El campo se abre inexorablemente.


Tramo de autovía mudéjar que tomo para aliviar el trayecto que me queda para llegar hasta el Pilar.



El símbolo de la Hispanidad me recibe al fondo de la avenida zaragozana.

Zaragoza.

Estaciono al pie de la plaza. Voy caminando por un lugar que no pisaba hacía mas de 15 años.

De aquellos días conservo la profesión y unas bonitas fotos con mi padre -aún ganaba el carrete al píxel-; aún me viene a la mente su esfuerzo en visitarme.

Me arrastró la corriente de la pesadumbre por mis muchas faltas y los "te quiero" que dejé a deberle, y que ya nunca podrá cobrarse.

Hoy, bajo los mismos altos campanarios, sentí lo tangible de su falta.

Pilar.


 

 
 

Con un pellizco en el corazón, salí de la capital maña para tomar sentido a Ejea, y de aquí, tomar rumbo norte por la A127.

El mas bello de los castillos, en este viaje, me hizo señas desde lejos. Gritaban desde las almenas: Geluuu...geluuu...y como no podía ser menos, me paré. Sábada, es. ;-)

Sábada.


 

 Continué por esta carretera que empieza a curvear y ganar altura. Molinos de aire se divisan en la lejanía.


Y llegué a Sos del Rey Católico. Y dí un rodeo al pueblo, pasando bajo su muralla y sus viejas calles. Aquí se rodó una de mis películas favoritas españolas; que elenco, oigan; un Berlanga contra mil Almodovar, y gana el primero; ya lo creo que sí.

Sos del Rey Católico.


 

 
 

Volverían las rectas y los campos anchos en tierras navarras, una vez dejado atrás Sos.



Y como no, el bello escenario prepirenaico apareció en forma de montañas afiladas y pantanos turquesas, como el de Usoz.



De esta manera llegué hasta Roncesvalles. Cuna de peregrinación cristiana. Preferí imaginármela en el medioevo.

Roncesvalles.




Subí hasta la capilla de San Salvador, kilómetros antes de la frontera.



Hallé sitio en el camping; quizás el mejor de todos ellos; daba gusto clavar las piquetas con un solo dedo...


La tarde, de sol y fresco, cayó parsimoniosa mientras leía tumbado a la bartola sobre la toalla.



En la fría oscuridad, daba gusto estar en el saco.

Una bonita jornada llegaba a su fin.


7º Día. Roncesvalles-Cangas. 526 km.

Hoy regreso a casa. Pero antes de cerrar el portón del garaje tras de mi, queda una jornada de verdes y de montañas.

El camping en silencio, y yo recogiéndolo todo por última vez. Desayuno sentado junto a Británica. Todo está mojadísimo; se nota que crucé la linea, la divisoria, donde el rocío nocturno trabaja de lo lindo.



Tras despedirme a las 8 h. de la recepción, cruzo el pueblo de Espinal para bajar por la nacional hasta Pamplona.



La entrada en la capital navarra será muy tranquila, es domingo y casi no hay circulación por la urbe. Doy un paseo y tiro alguna foto.

Pamplona.




Saliendo del centro, tomo la N240 que va pareja a la autopista de peaje.



En Irurtzun tomo la autovía camino de Vitoria, con la mera intención de ganar tiempo.


Luego comienza la ruta auténtica. Saliéndome hacia la N622, sentido Murgía, comienzan los verdes valles cantábricos.



Rueda que te rueda, llego hasta el cruce que, a izquierdas, toma la carretera que te lleva hasta Amurrio.

El valle se va ensanchando mientras me voy acercando.



Hago un breve receso bajo la preciosa iglesia de Artziniega. Un entorno genial, tanto por la naturaleza explosiva que me cubre, como por la carretera repleta de curvas.



A caballo entre las provincias de Vizcaya, Burgos y Cantabria, ruedo, antes de Antuñano, por una carreterita pequeña y estrecha de buen firme que me acerca hasta el cruce de El Berrón, que he de tomar dirección Espinosa de los Monteros.




 

Sobre la carretera repleta de circulación dominguera, va pasando la mañana. Está saliendo un domingo soleado y la zona está repleta de coches y, sobre todo, mucho motero. Este valle kilométrico está vigilado constantemente por un cordal de caliza. Es la carretera CL 629.



Subo del pueblo de Espinosa, el cual está hasta los topes, dirección al puerto de La Sía.



En la crestería, las gigantes palas de los molinos eólicos giran lentas pero constantes.





Corono, saco unas fotos desde el límite provincial de Burgos y Cantabria, y me dispongo a bajar, ya en tierras pasiegas, hacia el profundo y clorofílico valle.

 La Sía.
 

 
 

Desniveles que se salvan con cucharones en forma de curvas. Estoy en plena reserva del Asón.


 
 
 

Pasado el montañés pueblo de Arredondo, comienzo otro divertido puerto: Alisas.



 
 

Buena carretera con excelente piso que, de cuando en cuando se adorna con hermosas boñigas de vacas, me llevará hasta pasar Solares.



La subida a Peña Cabarga la tenía en el punto de mira desde hace muchos años. Demasiados, quizás. Desde mi mocedad, paseando por Santander, desde los barrios de Puerto Chico, Los Peligros, o desde Cazoña, siempre me llamaba la atención, en la lejanía, las antenas de tv que coronaban puntiagúdamente la cima de la Peña.

Peña Cabarga.

 
 

La Vuelta subió hasta ella. Los ciclistas retorciéndose aumentaron mis ganas de subir....
Y subí. Las rampas finales me hicieron ver como agarraba Peña Cabarga.


 
 

Desde arriba, solo como estaba, pude sacar fotos hacia la compilación de valles del sur, y sobre todo, la bonita bahía de Santander al norte.

  

 

De aquí partí hacia la autovía que me habrá de llevar al Principado, pasando por Torrelavega.

 
 

Por la interminable A8, veo a mi izquierda la sierra del Cuera sobre Llanes.


Subo por el Río de Las Cabras, encajonado y al sol, que me acercará un poco mas hacia el fin de este viaje.


Un par de kilómetros antes de llegar a casa, pararé a tirar la última foto de Británica en la recta de la Huera...al poco, abriría el portón del garaje y callaría el corazón de mi fiel compañera.



PD. Han pasado varias semanas desde entonces, cada vez cuesta mas escribir crónicas tan largas, sorry...

Ahora, momentos antes de poner el punto y final, rememoro los rincones; los kilómetros; las sensaciones vividas.

Vuelvo a echar en falta las carreteras estrechas y tranquilas de mi Alentejo; allí donde pude comer sobre un mar que quedaba 100 metros bajo mi taza.

Y añoro las noches en paz dentro del saco, desde el cual, después de abrir la cremallera de la tienda, vi mas de mil luceros alumbrando mi sempiterna oscuridad; y una triste Enya, decía por el auricular del mp3: "....Summer. When the day is over.There's a heart a little colder....".


O quizás, la mas agridulce de las jornadas; aquella en la que pude viajar en el tiempo años atrás para vernos, como entonces, juntos de paseo por el Pilar..............

.............Entonces, también era Julio.



Mil abrazos, como las mil estrellas que vi, te mando por pasarte por este rincón que, sabrás, es tan tuyo como mío.

Gracias, en serio.
Gelu.