lunes, 27 de mayo de 2013

DE OPORTO A CAMPO DE CRIPTANA. RODADAS HISPANO-LUSAS....




Clic, clic, clic….El sonido repetitivo de las gotas de agua caídas del canalón me distraen finalizando esta crónica.
Fuera, ¡¡Como no!!, llueve. 
En la mano, el café ha ido enfriándose dentro de la taza de los viajes.

Por los altavoces del portátil, una bella y melancólica Ana Moura canta : “…Sei que tudo tem um fim, e o fim de tudo é o tudo que me resta por viver…”.
Se que todo tiene un fin -como Ana-, y este, es el de esta crónica, el de este viaje que pone con estas letras que te escribo, el final de los finales.

Mientras Moura canta, yo miro abstraído por la ventana un césped húmedo, mojado, verdísimo. Tan verde como aquellos campos que, tachonados por rojas amapolas, a cada metro que rodaba, fueron preñando de color mis retinas.
Otra vez vuelvo a ver al mercante navegar el Tajo.
Otra vez vuelvo a subir aquella empinada calle lisboeta...........



Este año tenía pensado usar todos, o casi todos, los días vacacionales para realizar un viaje largo en tiempo y kilómetros. La dichosa crisis, la subida del carburante, hace que monte a Británica solo para salir de viaje. Solo.
Así que desechada esa primera idea, distribuyo los días en viajes cortos, tanto en tiempo como en distancias. Es lo que toca.
Las rodadas de una jornada, de una tarde, pasarán a mejores tiempos.....Cada céntimo suma un litro, y esto, kilómetros.

Cinco han sido los días que he usado para irme, otra vez, a rodar por esas carreteras que esperan a montura y jinete.Cinco para rodar por tierras lusas, por tierras hispanas.

Eahh!!! Sube que te llevo!!...

1º Día. Cangas-Oporto. 554 km.



La tarde de ayer ya he preparado el equipaje, y ya está lista Británica. Madrugo con la intención de comer  pasada la frontera, así que solo queda salir...salir de una vez (que siempre estás igual, Gelu del alma!!)

A las 08:15 horas, la temperatura en Cangas es templada. Agradable. Un tímido sol promete buena subida por el puerto del Pontón para alcanzar tierras leonesas.



Poco a poco me adentro en el desfiladero de Los Beyos. Tiro alguna foto en marcha, sacando partido de mi curso ficticio de funambulista. Paro en Puente Bidosa y disparo una foto de su salto de agua.


Paso el límite provincial, y ganando altura, llego al leonés Oseja de Sajambre. Vuelvo a parar en el mirador. Bonitas vistas. De verdad.


Cuando comienzo la subida al puerto, pese al sol, comienzo a notar algo de fresco. Vaya, vaya...


Una vez corono, y comienzo el descenso, el frío se hace conmigo. Frío invernal que, con el viento, se magnifica. Pufffff......Llevo las manos heladas!!. Decido aguantar.
Pasado Vegacerneja, el pantano de Riaño, a diferencia del año pasado, se muestra esplendido en agua.






Riaño, Cistierna...y pido tiempo muerto....tengo que parar a ponerme el cortavientos y los guantes de invierno...¡¡Que frío por favor!!.




Llego a Mansilla de las Mulas, y decido meter kilómetros de autovía hasta Puebla de Sanabria, en Zamora. Tengo previsto cruzar la frontera por algún lugar entra Zamora y Orense, y posteriormente bajar hacia Braganca.

Pasado Requejo, salgo por un desvío que me subirá por una carretera, en su comienzo, de mal firme. Subo y subo, pasando cerca de Hermisende. Una cantera, en la que trabajan camiones de gran tonelaje, hace que el firme esté en malas condiciones.



Paso a tierras portuguesas por un puerto de montañas romas. Ventosa zona aquella, que en la lejanía, la aprovechan con parques eólicos.




En la frontera, o lo que hace sus veces, una pequeña placa dice " Rasgar fronteiras, unir os povos"... Y me gusta el mensaje. Continúo.

Frontera Hispano-Lusa.

Bajo por una carretera, ya, en mejor firme. Estrecha lo es un cacho. Hasta tomar la N308. Tomo a la derecha en un cruce y subo hasta  Espinhosela, donde tiro una foto en su pequeña plazuela. Saludo a un paisano, el, sonriente, responde de igual manera.


Desde aquí, poco a poco, voy bajando por una carretera entre prados y arbolado. Los pueblos, casi, sin un alma. Me gusta esta zona.


Tomo la variante de Braganca, prometiéndole una visita futura. Entro en la vía IP4, carretera en obras, muchas, que aun siendo de doble sentido, tiene tramos de doble carril  en muchos tramos, los cuales, aligeran el flujo circulatorio.

En Vila Real comienza la autopista de peaje que me llevará hasta la ciudad donde el Duero se une con el océano. Antes, paro en una gasolinera cualquiera a llenar el tanque de Británica y vaciar el de Gelu. Aprovechando, de igual modo, para comer en unas mesas bajo techumbre de brezo que ponen, muy a su favor, en todas las gasolineras.



Si circulas por Portugal, tienes mucha posibilidades de tener que hacerlo por tramos de peaje. Circular por las autoestradas es previo pago de tributos. Otra opción es evitarlo por nacionales, pero la cantidad de rotondas, semáforos, pueblos, etc, lo hacen interminable.

Entro en Oporto antes de las 5 de la tarde. Llego al hotel. Estaciono la montura en el fabuloso parking (estacionamiento, aquí ) del hotel.



Tras la ducha de rigor,  salgo con brío por las calles porteñas. Bajo (todo es bajada o subida) hasta la ribera. Calles empinadas que me llevan hasta un puente, que, pienso, es el famoso...pero no, me giro y lo veo en al lejanía. Hacia el me voy.

Llego bajo la sombra agradable de la Murahla Primitiva, que protegía, en otros días, la parte alta de la ciudad.

Oporto.

Bajo por callejuelas con portales que tienen ese aire auténtico de la ciudad. Tendales repletos de ropas cruzan, de un lado hacia otro, por las fachadas. Mujeres, que, escalón a escalón, suben con paciencia semejantes rúas.

 

Cuando voy llegando al río, paso por una zona donde mozas de vida alegre, botas altas y minifalda escueta, me proponen -calculo- entre risas, parlamentar. Me entran las dudas...sigo. No vine aquí para hacer amigas....les cantaría D. José María, Loquillo.
Son varias, las reinonas entradas en años y carnes que he visto por esta zona de la city. Tienen un aspecto lúgubre, decadente como la ciudad que las cobija. Vieron días mejores, pienso.


Llego al puente que diseñó el mismo tipo que erigió la famosa torre parisina. Amante del hierro y la tornillería,  el puente de Dom Luis I, une Oporto y Vila Nova de Gaia.







A un lado, como en el otro, los barcos navegan el río. La tarde, muy agradable, se deja hacer. 
Paseo por ambas orillas. Muchos artistas callejeros. Músicos, de todo tipo, alegran al caminante.






 


Me siento en una especie de gradería. Veo atardecer sobre el Douro. 
Mas tarde, encamino mis pasos hacia la zona alta. Me entra la sed. Ese tipo de sed que solo, únicamente, se quita con zumo de levadura, me da igual su procedencia o marca.


Frente a la estatua del Infante Dom Henrique, en una pequeña tasca, junto a la puerta, tomo al fresco una cerveza. Sobre la mesa, un periódico dice, en portugués de Oporto, que un tal Mourinho anda a la gresca con el Madrid...Pago y me voy.








Subo a fotografiar la ciudad desde la catedral. Luego voy a la estación (preciosa, de verdad de la buena). Camino, ya sin sol, hasta la Cámara Municipal.











 




Poco a poco la tarde se está yendo. Gelu se retira, cansado, hasta la morada. Caliento la cena y ceno.
Allí, mientras navego por la red, Morféo (y no me refiero al grupo musical de vocalista con gran voz. Lease con sarcasmo) me atrapa en sus redes.
Me dejo llevar.

2º Día. Oporto-Lisboa. 422 km.

Hoy he madrugado. El sol luce, en esas primeras horas, con fuerza. 
Me preparo y bajo, de dos tiradas, las cosas a la montura.
Desayuno ligero. Y me largo raudo por las calles de Oporto dirección a Coimbra.

Oporto.


Tomo la autoestrada IP1, de peaje, of course. Voy tirando millas sin problema alguno. Paso por la salida a Aveiro, y al poco, llego a mi salida de Coimbra.




Es Coimbra ciudad universitaria. A esas horas, está todo el tráfico posible rodando por la ciudad recibiendo a Gelu. puaaggg.
 El piso, en muchas rúas, adoquinado. Esto me gusta mogollón, si (lease con sarcasmo, también).

Coimbra.


Llego hasta el acueducto, que está muy chulo. No es el segoviano, porque ese está en Segovia y es romano, pero está muy bien. ;-). Este es del siglo XVI, denominado de San Sebastian.

Ruedo por una alameda sombreada. Paro en el Jardím Botánico. Entro en un abarrotado estacionamiento a los pies de la Catedral (la nueva) que desluce bastante el edificio y su entorno.










Agobiado - un pelín-, por tanta circulación, salgo de la antigua ciudad romana. Entro, otra vez, en la IP1 y tomo rumbo sur.

Me salgo en la salida de Leiría, y desde aquí, voy circulando por carreteras secundarias. Ese tipo de vías que te conté mas arriba. Pueblos seguidos, con sus series de semáforos y rotondas, y otra vez vuelta a empezar.

Nazaré.

Sin dame mucha cuenta, voy acercándome al costero, turístico y lleno pueblo de Nazaré.
Como todo pueblo playero es igual a todo pueblo playero, pues eso, que decido verlo desde las alturas.







Y me encaramo hasta su pequeño fuerte, desde el cual, puedes ver una vistas fantásticas de la localidad y sus playas hacia el sur. Hacia el norte, un inmenso y ancho arenal invita a visitarlo de veraneo. Me tomo un café de campaña desde esas alturas, admirando semejantes vistas.



Eso si, para llegar te las verás (mas en época estival) con hordas de autobuses y turistas.

Nazaré.

Tras la visita a la ciudad con nombre parecido a la de Jesús el carpintero, bajé por una carretera divertida hasta la autoestrada A8.

Circulo alegre pero legal, y gano tiempo al tiempo. Próximo a Lisboa, tomo el desvío a Estoril y Cascai. No visitaré ninguna de las dos. Paso. Mi objetivo es el cabo mas al oeste de la Península Ibérica, el auténtico finisterra: Cabo da Roca.



La carretera que llega al lugar, una vez abandonas la autopista, pasados los primeros pueblos, es increíble. Tienes unas vistas muy bonitas de toda la costa. Pueblos que quedan abajo, en la lejanía.


Y sin querer queriendo llegó Británica al famoso cabo.

Cabo da Roca.


Aprovecho, además de tirar unas pocas de fotografías, para comer.
Entre tanto turista oriental y alemán, bajo por un sendero en pos de una situación recogida para comer. Y lo encuentro.








Preparo mi ensalada. Me siento en la barandilla de madera. Centenares de metros mas abajo, el ocenao rompe con fuerza contra las rocas. 


Al oeste, al amplitud del horizonte invita a volar.....y vuelo.


Tras la visita, ya si, quiero llegar al medio día para poder tener mas tiempo para patearme un poco de Lisboa.
Mucha circulación que sorteo sin problema hasta el hospedaje. Estaciono a Británica en el parking privado. Bajo las cosas. Me ducho (uno que sigue siendo limpio). Y salgo presto a recorrer la ciudad.

Lisboa.

Si hay una ciudad, una capital que me ha sorprendido, que me ha ganado para siempre, esa, es Lisboa.














El sol, la temperatura, la luminosidad que mana, su barrios Alto y Baixa, miradores (muchos) , sus eléctricos, elevador de Santa Justa, Castillo de Dom Carlos, el botánico, y sobre todo, un paseo a orillas del Tajo que invita a pasear entre las gentes.






























Bajé hasta una suerte de playa, donde firmé y fotografié.
La tarde fue cayendo al oeste de Portugal. En el litoral.
Sentado en el muro de dicho paseo, pedí una cerveja a pressao (una caña para uno de Villafeliche). En el abarrotado chiringuito, hay hasta cola para pedir.











Y allí estaba Gelu, sentado en soledad entre multitud de turistas, de erasmus, escuchando un fado melancólico por la megafonía del negocio.
Vi pasar un carguero repleto de container que, bajo el puente  25 de Abril, parte hacia algún puerto lejano.




Volví a cerrar los ojos bajo la tibieza del atardecer. Volví a sentir esa música tan triste y bella. Volví a recordar donde estaba. Volví a meditar sobre lo vivido y lo desperdiciado; lo ganado y lo perdido.
Volví a recordar a los que ya no están (bastantes en los últimos tiempos) y que se me fueron demasiado pronto, la mayoria.
Volví a abrir los ojos. En la lejanía, mas allá del puente, donde el Tajo se une para siempre con el Atlántico, el mercante empequeñecía.




Y seguí caminando Lisboa. Y volví a subir a aquel mirador, para disparar fotos a la colina del castillo, que con los últimos rayos de la jornada, tornaba a tomar ese color anaranjado que tanto me gusta. Músicos tocaban a turnos en el parque. El ambiente es evocador.



De esta manera, en unas pocas horas (muy pocas, la verdad) caminé, me dí un paseo de los míos, por una ciudad a la que prometí, en un susurro, volver a visitar, a caminarla, a sentirla, a escucharla.




3º Día. Lisboa-Ciudad Real.536 km.

Pasé una buena noche. Dormí de un tirón, y hoy me levanto con los rayos de sol que entran por la ventana, a la cual, se me olvidó bajar la persiana.......

Mientras cargo las alforjas, hecho tiempo engrasando un poco la cadena de Británica. Luego desayuno.
Me despido de la recepción, y salgo por aquella cuesta de adoquines camino del enorme y colorido puente del 25 de Abril.  Intento tirar una foto en marcha, pero desisto. Solo me saqué un curso de funambulista y no la quiero preparar parda en mitad del puente.

Hasta entonces no me había cruzado con ningún compañero, aquí se ven monturas potentes que llevan en sus lomos a sus jinetes a currar. Ellos entran, yo salgo de Lisboa.





Tomo al autoestrada IP7, sentido Evora. La morfología lusa ha ido cambiando. El norte y toda la vertiente atlántica es montañosa. El sureste se abre a las dehesas y los campos abiertos. Bonito contraste.



Antes de llegar a Évora tengo que parar a ponerme el cortavientos. Hace niebla, y esta, enfría el ambiente.
Poco a poco voy cruzando el país, y de nuevo, en lo alto, el sol campa a sus anchas.
En el último portagem (peaje, para uno de Cangas que lo va a pagar) me quito la chaqueta.
Y así, pasé a Badajoz.


Callejeé por el interior de la capital  pacense. Muy bonita ella. Callejuelas que, sin darme cuenta, me acercaron a la catedral.

Badajoz.








Después de visitar la ciudad, salí dirección Mérida. Esta, que la conozco bien, la dejé atrás.
Se termina la A5 y comienza las rectas de la N430. A mí en encantan las rectas. Mucho.





Rodando rodando fueron pasando los kilómetros. Paro a sacar fotos. Y el que está debajo de mi pecho comienza a quejarse. Tiene hambre.

Cansado de la nacional, tomo un desvío pasado el pueblo de Casas de Don Pedro. Desde aquí cruzaré el embalse de Orellana. Justo al comienzo, en un área recreativa, mas solo que la una, paro a comer.

Embalses de Orellana y La Serena. 


Que  lugar tan chulo, oiga. Todo, todo y todo para mi. Preparo los potos y como una paella que aprueba con un 5 mi examen.




Después, una vez en marcha, pasaré otro embalse, el de La Serena. Ambos, Orellana y Serena, a tope de agua, como sus primos norteños. Eso, amig@, me gusta mucho y mucho.




Aquí darán comienzo una de las mejores zonas por las que rodaré y ruedo. Carreteras solitarias -prácticamente- entre dehesas, encinares y pueblos preciosos. Todo a caballo entre las provincias de Badajoz y C. Real.








Talarrubias, Valdemanco de Esteras, Sarecuela, etc...carreteras de no mas de 5 mt. de anchura rodeadas de verde y colinas. Rectas impresionantes repletas de jorobas. Primaveral entorno que, casi, me llevan extasiado.
Vete, ruedalas y dejarás de reírte....anda, anda...vete y me cuentas... ;-)







Llego a C. Real. Rutina de siempre. Una vez dispuesto...y aseado, si, salgo a pasear por la ciudad.Por la roja plaza de toros camino bajo el sol. El centro de C. Real me gustó bastante. La catedral y una ambientada plaza vieron pasear al que esto escribe.

Ciudad Real.


















Me tomo una caña en una terraza de la zona de la Plaza del Pilar. Que agustito me siento, como diría el piloto torero.

Cansado pero contento, esa noche por la tele, veo como apuñalan en la trena al pequeño de los Alcantara, !! Ay que ver!!.
Y así, con ese disgustazo,  me quedé sopa.

4º Día. Ciudad Real-Burgos. 554 km.

Otra vez amanece soleado. El cielo mas puro de todas la jornadas. Ni una nube en cualquier dirección.
Salgo sobre las 08:30 horas. de la ciudad manchega dirección a Daimiel. Quiero visitar el lugar donde la madre Tierra trae al mundo al Guadiana.



Circulo rápido por la autovía. Muy agradable la sensación térmica. Que gustazo el rodar así.
Antes de entrar en la localidad, en una rotonda, tomo una carretera no muy ancha y de excelente asfalto que lleva al Parque Nacional.

Daimiel.







Los árboles escoltan al motorista, dando sombra y acompañamiento. Grandes extensiones de parras sobre tierra rojiza pululan por ambos lados.





También hay grandes praderías con lagos de color sangre por los pétalos de las amapolas....Que gustazo rodar así!! (Esto ya te lo he dicho, no?).






Llegué tan pronto que solo hay trabajadores del Parque y un grupo de aficionados a las aves, cámaras en ristre y montando teleobjetivos enormes.



Tras mi paso por Daimiel, según avanza la mañana, salgo hacia el siguiente destino : Campo de Criptana.
De camino a la ciudad que viera nacer a Sarita Montiel, en las rectas manchegas, observo, en las pocas alturas que se ve en el horizonte, los primeros gigantes: los molinos.

Campo de Criptana.


Entré en Campo de Criptana por una de sus callejuelas. Para subir hasta el cerro, hay que ascender empinadas cuestas que, como premio final, te ofrece la vista fantástica de los gigantes del larguirucho Quijote.




El cielo azul intenso de la bóveda celeste hace de fondo de unos blanquísimos molinos. El lugar es muy bonito. Abajo, los tejados del pueblo no llegan a invadir esta zona alta de la colina. Mejor.




Tiré fotos y me fui. La ruta sube rumbo norte, camino de Tarancón paso por Quintanar de la Orden, para luego, mas adelante, ya en la provincia de Madrid, rodar por unas carreteras muy chulas. La M 230, a la que Británica y un servidor bautizaremos como la carretera de las amapolas, será de las carreteras mas bonitas de este viaje. Sin duda alguna.






 Campos verdes, rojas cunetas que me acompañarán por los pueblos de Valdaracete, Carabaña, Orusco deTajuña, etc....a caballo entre Madrid y Guadalajara sigo mi ruta.

Llegué pasado el medio día a la capital de la provincia de Guadalajara. Entré y rodé sin pena ni gloria por ella. El hambre, hacia un rato, estaba apretando.

Guadalajara.





Después de rodar un poco por la ciudad, salí en busca de un rincón donde comer. Por la N 240  fui pasando pueblos como Valdeaveruelo, El Casar...etc. Y así fue como llegué, pasado este último, a los pies de una urbanización.




Desde allí arriba, comí aquella mañana mirando las nevadas cumbres de la sierra madrileña por mi siniestra. Por mi diestra, al fondo, veía las Cuatro Torres de la Castellana. Sobre flores, y sobre la que fue mi ciudad hace mas de una ddécad - la ciudad que no dormía, y que, en ocasiones, no dejó que durmiera tampoco yo - aquel día comí muuyyyy contento por semejante balcón.




Podría haber comido un menú barato en un bar de carretera. Podía haberme atado la manta a la cabeza y tirar de carta. Pero no cambio, por nada, aquella atalaya que me sirvió aquella jornada soleada.
Que gozada.



Tras el picnic, me adentré en la sierra madrileña. Poco a poco, fui subiendo  hasta La Cabrera. Moles graníticas me reciben al coronar dicha carretera. Sierra en estado puro.

La Cabrera.


Se está haciendo tarde y aún me queda una tirada. Tomo al A1  y paso por Somosierra. Por tierras segovianas fui sentido Aranda de Duero. Antes de llegar me salgo, para tomar carreteras secundarias, que me llevarán en paralelo a la A1 hasta Burgos.


La C 619 pasa por Ventosilla camino de Olmedillo de Roa. Aquí tomo la BU-P-1131 que pasa por mis queridos campos castellanos. Rectas enormes, siempre bordeadas por extensos viñedos y campos de cereal y paja.



"Ya el campo estará verde, debe ser primavera...." canta por el mp3 Sabina...y yo voy asintiendo.




Pasaré por Royuela de Río Franco y por Villahoz para buscar la capital del Cid.
Y llegué a Burgos. Tarde. Mas de 10 horas de ruta que hicieron mella en el cuerpo y el reloj.
´
Paseo por un Burgos monumental, como su eslogan. Una de las mas bellas catedrales de Europa, por el paseo del río Arlanzón, donde un pescador prueba suerte con la cola de rata.

Burgos.








Endiabladamente bella es esta ciudad. Mucho.
Al caer el sol, las temperaturas se desploman. Noto el cambio pasado a Segovia desde Madrid. Pero aquí caen  una barbaridad.



















Ya en cama, por la tv, el tipo del Tiempo cuenta que por el norte tararí que te vi, amigo Gelu.
Y me dormí.
Tan agustito.

5º Día. Burgos-Cangas.425 km.

Pufff...Madre mía!! Anoche me quedé frito tan rápido que no me dio tiempo a poner la alarma al móvil. A las 07:20 h. despierto solo. Menos mal.

Tras preparar las maletas, tengo esa sensación que surge cuando se está de regreso. Una mezcolanza de sentimientos, sabedor de que todos estos momentos errantes van llegando a su fin.

Burgos.


Al sacar a Británica del aparcamiento, las temperaturas, pese al sol vespertino, superan a regañadientes los 4º.
Hacia el norte se ven avanzar con paso firme la masa de grises nubes, que mas adelante, me mojarán.

Pasado Briviesca tengo que parar a poner el cortavientos. Caen las primeras gotas, además de un intenso frío.



Dejé Miranda de Ebro bajo el cielo gris, para mas adelante, en tierras alavesas entrar en una semidesierta Vitoria.




Rodé por el centro de la capital alavesa bajo un orbayu (chiribiri para los de allí) constante. Saqué unas fotos y seguí mi camino hacia el Cantábrico.

Vitoria.







Por el embalse de Urrunaga y Legutio pasé con intención de subir y bajar el puerto de Barazar por la N 240. Complicada por la lluvia.







Pasé Bilbao y llegué, a mi siempre bella, Santander (pese a la lluvia). Rodé por el puerto, sobre Los Peligros paré a tirar un foto.




El Casino y un autobús urbano (dita sea!!) también fotografié. Llegué hasta el Chiqui y paré a contemplar el mar.





Paro a comer en casa de la familia, que ademas de comer fabuloso, a uno, le quieren a bien, y eso, mola mucho, te lo digo yo.



Marcho, por la tarde, hacia tierras de los Astures. Cruzo la frontera provincial por Unquera, dirección Potes. En Panes tomo la AS 114 hacia Cangas.
El final se aproxima.







En el atardecer de aquella desangelada y gris tarde de finales de Mayo, por tierras cabraliegas,  vieron pasar, ya de retirada, a Británica y a Gelu.
Dicen las malas lenguas que, ambos, iban sonriendo.

Felices….






PD. De esta escapada  me traigo colores vivos y aromas de primavera; embalses repletos de agua y vida; siete ciudades: tres lusas y cuatro hispanas mas un cabo.
Donde palpé la decadencia en una soleada Porto.
Donde me enamoró -para siempre- la vida, luz y bohemia de una Lisboa con sabor a fado.



Gracias, amig@, por pasarte por estos lares, tan míos como tuyos.
Abrazos le mando, oiga. ;-)
Gelu.