lunes, 4 de febrero de 2013

LA ALBERCA. LA DISCULPA CASTELLANA...


Ya de regreso, bastantes kilómetros después, apoyado en la maleta izquierda, me giré en marcha, leve y rápidamente, buscando con la mirada aquella dorada llanura, aquellas almenas que me llevaron muy lejos en los tiempos, y que aparecieron ante mi de manera inesperada, en otras provincias ....En tierras del alto León, a los pies de Picos de Europa, por mucho que uno mire a lo lejos, hacia ese horizonte que ha ido dejando hacia el sur, solo verá montañas.Verdes, altas y bellas montañas. Las llanuras color oro quedaron lejos hace tiermpo.

Esto sucedía en el mes de Septiembre.-

Se reía el jodío, se reía...
Como suele ser la tónica habitual en mis escapadas, la suma de algún día suelto a los dos de descanso que me corresponden semanalmente, son los suficientes para buscarme esa disculpa para montar los baúles en la inglesa y tirar millas.-

Esto sucedía en la segunda quincena, de Septiembre, si....   ;-)

Decidí, después de desplegar el mapa virtual de Google Earth, que tenía ganas de subir a La Alberca, en la Sierra de Francia, que, pese a su toponimia, no se encuentra en el vecino país galo, sino en tierras charras, salmantinas. Y seguro, segurísimo, que tu ya lo conoces, !!Vaya que si!! Pero un servidor no lo conocía, y créame usted, amigo mío, que esta era la ocasión. Te lo digo yo que si.

1º Día. Cangas-Zamora.
Entre pitos y flautas, aquel día de sol y nubes, salgo bastante tarde de casa. Tarde para los horarios que tenía previstos, pero que, según las circunstancias venideras, si procede, se irán alargando-modificando sin problema alguno.
Pues eso, al medio día le dí al contacto....

Pasado Oseja de Sajambre, dirección al Pontón.


Partí por la N-625 dirección al puerto del Pontón, ya en León. Antes, rodada fresca y tranquila por el desfiladero de Los Beyos hasta el límite provincial. Pasado Oseja de Sajambre, poco después, existe entre esta localidad leonesa y el puerto unas zonas chulísimas por donde uno ha de pasar. Desfiladero y precipicio que invita a asomarse a el. En el mirador que te encontrarás, -seguro que paras, aunque tengas pelín de vértigo, créeme-, calla, observa y escucha...ummmhhh...No existe mejor mantra que oír el silbido quedo del viento por entre estos roquedos.

 Pasado Oseja de Sajambre, dirección al Pontón.


Coronas el puerto y bajas hacia una zona por la que me gusta rodar. Unos valles que van abriéndose a tu paso, por una carretera que transcurre sobre terreno quemado por el sol veraniego y por las nevadas del invierno y primavera. Las cigüeñas, que caminan torpes por esta especie de tundra, me dicen que estoy en territorio castellanoleonés, que no tardaré en ver los tremendos y laboriosos nidos encaramados por los campanarios de las iglesias de la meseta.

 Bajando el Pontón hacia Riaño.

Un menguado pantano me mostró, con pocas palabras, que había sido aquel verano escaso en lluvias. Dejé Riaño para marchar rumbo a Cistierna y, después, Mansilla de las Mulas. En esta localidad paré a llenar petróleo a la británica, y aproveché para preguntar por algún supermercado donde comprar víveres. Ya era tarde, según la atenta chica de la manguera (léase sin sonreír, que te veo) todo estaba  por allí cerrado, y  mejor preguntaba en Valencia de Don Juan.

En fin. En Valencia, de Don Juan ehh!!, compro en un super comida para estos días. Pasta, fruta y comida latina (o sea lentejas Litoral, de lata, latina). A todo esto, que se me pasa decírtelo, el cielo había ido tomando unos tonos pelín oscuros. Nubosidad que trajo, además de muchas dudas, un bochorno de impresión...puag

Buscando una sombra donde refugiarme del bochornazo y de los rayos solares que, de vez en cuando, salían envalentonados, me vi a los pies del castillo de la ciudad. Preparé en la soledad del parque, dadas las horas, la pasta en el infiernillo, y al rato, sentado en un banco, en aquel parque sin un alma, con una fuente y su castillo, me vi comiendo, feliz, una pasta que me supo a gloria. Pero gloria de la buena. Además de por la comida, por la ubicación elegida.

En Valencia de Don Juan, entre fogones.
 

Tiempo después, tras haber limpiado el poto y la taza del café en la fuente, paseé alrededor de la impresionante edificación del siglo XIV. Otra mirada mas al cielo me bastó para convencerme de que ya era hora de salir, poco a poco, hacia Zamora. Llegué a los arrabales zamoranos al atardecer, topándome, nada mas entrar en las primeras calles de la city castellana, en una rotonda próxima a la plaza de toros, con un atropello de una mujer y su cochecito de bebé, que se salvó sin consecuencias graves para la familia, amén del nerviosismo natural de los parroquianos que allí se concentraron, conductor incluido, un pobre chaval que se saltó el cebreado paso. Tras regular la circulación hasta la llegada de las patrullas de Policía Local, marché, sin mas, hacia la ducha que me esperaba en la posada, en una jornada que resultó completita, jolín, jolines.

Zamora.
 

2º Día. Zamora-La Alberca-Ávila.
Amaneció gris, bastante. Veo el resto de unas gotas de agua sobre el asiento de la tigresa cuando, después de prepararme el café y recoger las cosas, me dispuse a cargar las alforjas con intención de salir de la ciudad dirección Fermoselle, en el límite con Portugal.

 Nubes hacia Portugal.

El cambio morfológico del terreno castellano va desde la alta montaña leonesa, a los llanos campos de Benavente y, ahora, las primeras apariciones de la roca granítica propia de las dehesas.

En Villar del Buey paro a colocarme el traje de agua. La nube negra ha ido acompañándome por las rectas zamoranas, y, tras unos avisos en forma de gotas de agua, se ha soltado y bien en este pueblo.

Almendras.
 

Venga, va, que seguimos. En nada llego a un pantano, el de Almendras, justo en el muro de la presa por donde se encuentra el aliviadero del embalse. Me cuenta, el pantano,  que anda escaso también de agua, como su hermanastro de Riaño. Las vistas desde lo alto de la carretera, que pasa por el mismo muro, son preciosas. De verdad.

Voy rodeando el pantano, y ,antes de llegar a Fermoselle, tomo dirección hacia la SA-315 para entrar en la provincia charra, sentido a Vitigudino. Por aquí ya ruedo por terreno de dehesa. Guarros y alguna vaca brava comienzan a verse próximas a la carretera. La tranquilidad de la carretera, el hecho de que haya guardado el chubasquero, el terreno que me va rodeando, todo,  hace que vaya disfrutando de esa plácida mañana.

Almendras.

 
 
 

Desde La Fuente de San Esteban, antes de pasar por Tamames, ya puedo ver en la lejanía la Peña de Francia. El sol ha comenzado a imponerse a las nubes y voy notando bastante calor por debajo de la cordura.
Pasado el pueblo de El Cabaco, subiendo hacia La Alberca, paro a repostar junto a un camión cisterna de bomberos que andaba a los mismos menesteres que un servidor. Uno de los miembros del equipo de extinción es dueño de una trail, me dice, y nos damos un leve palique motero. Sigo ruta hacia mi destino.

Peña de Francia.
 

Que contarte de este pueblo. Que decirte si ya lo conoces, nada. Simplemente ratificarnos, ambos, tu y yo,  de que es una pasada. Bonito y con historia, y sobre todo, lo mas importante, cuidado. Hay lugares, pueblos, ciudades, que a uno le dejan ese sabor viejo a historia cuando pasea por ellos.

Dejé la montura estacionada a los pies de ermita del Humilladero, cerca de un aparcamiento, para bajar caminando, posteriormente, hacia el centro histórico. Con las primeras calles empedradas que pisas te teletransportas a otros días lejanos. Otrora, desde las casas, tiraban los calderos de aguas sucias a la calle, por donde canalizaban el agua. Calles estrechas, tipo judería, puerta con puerta.
La Alberca.

Balcones, corredores con barrotes de maderas, paredes de piedra con vigas de madera vista, fuentes con lavaderos, argollas en las puertas de la casa donde atar a las caballerías, mulos, burros y demás cuadrúpedos (o algún bípedo humano también, si se tercia). Por este tipo de callejas uno espera encontrarse con el Buscón , de mi leído y cojitranco preferido del siglo de Oro, Don Francisco.

 La Alberca.

 
 
 
 
 
 
 

 
 
 


Tomándome un café con leche en uno de los bares de los soportales de la plaza Mayor, cerca del famoso crucero, o cruceiro como diría uno de Monforte de Lemos, vi una de las imágenes mas raras de mi vida.
Andaba por la zona, se notaba que la tenía pateada, un cerdo de piel oscura, de los de la zona, primo hermano de los muchos que vi y olí por la carretera cercana al pueblo de El Cubo de Don Sancho, por ejemplo. Desde la columna que me servía de atalaya, en el bar, vi a los turistas corriendo tras el bicho, el, por supuesto, se dejaba hacer. Cuando mas calmo estaba mi amigo, tumbado a la bartola, me acerqué a el. Dormitaba el jodío, feliz, ajeno al futuro que le presagiaba, viendo la mirada obscena de los que reían entre dientes mirando sus redondos y anchos jamones.

 La Alberca.

Entre paseos, cafeses y guarros, salí tarde de La Alberca. Tenía una cita e invitación para comer en Bejar, pero antes tenía que coronar el alto de la Sierra de Francia y Las Batuecas, y entrar en la provincia de Caceres por Las Mestas. El Parque Natural de Las Batuecas, pese a estar saliendo del verano, lo encontré tremendamente bello y verde. Desde el alto, hacia el norte ves La Alberca, y hacia el sur Extremadura. La carretera, estrecha y con buen firme, me lleva en un continuo zig zag hasta el fondo de la sierra. Lindo lugar, amigo. Sube y luego me darás la razón.

Mirador de Las Batuecas-Sierra de Francia.
 
                                                            Hacia el norte, La Alberca.
 


Hacia el sur, Las Mestas, Caceres.

Arriba queda el mirador.


Let´s go, man!!. Por una carretera a la vera de un río que invitaba a tirarse en alguna poza, llego a Sotoserrano para tomar el desvío a derechas por una carretera vieja y con mal firme que, entre la sierra, me llevará a Bejar. Por esta carretera disfruté mucho, mira tu por donde. Ni un coche me crucé, quizás porque eran horas de comidas. Sigue haciendo calor, mucho. Bajo los pantalones noto correr mas líquido que en algún riachuelo de la zona.

Pasado Sotoserrano hacia Bejar.


Después de la parada obligatoria en la ciudad de los bejaranos, partí, saciada la sed y el hambre, hacia el siguiente destino, ya en la provincia de Ávila, el Barco.

Una carretera de excelente piso y curvas te lleva desde Bejar a El Barco. Paseo por esta histórica ciudad, por su río, por su puente romano ( posteriormente románico). Por su imponente castillo del siglo XV también caminé, maravillado, de nuevo, con estas herencias construidas en piedra que tenemos, que nos legaron nuestros antepasados.

 El Barco de Ávila.


 


Tras salir de la ciudad  que los vetones comenzaron a construir en su primigenio castro, bogué, a golpe de remo, hacia la muralla mas famosa de España, amén de la de Lucus Augusta, Lugo, que además de bella es famosa también.

  Camino de Ávila.


Tras pasar por la ducha, -uno que es limpio- salí jovial y con ganas de patear por la abulense capital. Callejeé bajo la amenaza de un chaparrón que no tardaría en caer, y del que me resguardé al fresco de unas cañas y sus tapas correspondientes ummmmhhh.

 Ávila.

 
 
 Bella, muy bella. Histórica, muy histórica ...ya lo creo que si. La Puerta del Alcazar, como un atrayente y nocturno neón, me invitó a pasear intramuros. Por esta muralla, que data del siglo XI, el cansancio fue haciendo de las suyas,  obligándome a ir, poquito a poco, hacia mis aposentos. Esa noche soñé, seguro, con calles empedradas, cerdos felices, con dehesas, con murallas y, creo, con neones...ainnsss.

                                                                                     Ávila.
 
 

3º Día. Ávila-Cangas.
 Tiriririii...Tiririii...La alarma del Samsung suena. Me dice que son las 07:45 h. Subo la persiana de la habitación asignada y miro la calle seca. Un cielo color violáceo, clásico de los amaneceres limpios y veraniegos, me da los buenos días.

Desayuno, rutina de siempre, y cargo la moto. Salgo de Ávila dirección a la N-403. Al fondo, unas nubes quieren meterme el miedo en el cuerpo, pero va a ser que no, hoy no.

 Hacia el tierras vallisoletanas.
 

Paro en una venta, en algún lugar entre Ávila y Valladolid, Martín Muñoz de las Posadas creo que se llama. Meto una capa mas bajo la chaqueta, la mañana ha salido fresquibiri fresquibiri. Al rato paso por Olmedo, metiendo proa hacia Medina del Campo.

 Medina del Campo.


El castillo de Medina del Campo lo tiene todo para ser la típica fortaleza de novela. Muros altísimos, la torre del homenaje, su foso, puente levadizo, sumado su construcción en ladrillo rojizo.

 Medina del Campo.

 
 

A esas horas de la mañana no había nadie por el recinto. Estacioné la Tiger en el aparcamiento y me dediqué a pasear por sus alrededores. La colina de La Mota es un enclave perfecto para la edificación de una fortaleza defensiva. Eso lo sabían desde la Edad Media, y te lo digo yo que lo acabo de leer en la wikipedia (no se lo digas a nadie).-

Con la baba humedeciendo, aún, la mentonera de mi casco, seguí rumbo noroeste, hacia tierra de Toro. Por aquí decidí meterme por carreteras secundarias, pasando por pueblos como Nava del Rey y Alaejos.-

Pasé por Toro sin pena ni gloria. Saliendo del mismo comenzó a soplar algo de viento. Cuando iba rodando por una carretera solitaria, la C-519, rodeado de campos color oro, yo mismo con mi mecanismo, sin esperármelo, vi algo a lo lejos. Sobre unas leves colinas comencé a atisbar lo que parecían ser unas almenas.Vaya si lo eran. Una torre del homenaje perfecta, con sus almenas y su muralla perfecta. Fui acercándome poco a poco y giré a la derecha para acercarme aquel desangelado pueblo de Villalonso.-

 Llanuras castellanas.


El castillo perteneció a la Orden de Calatrava, allá por siglo XII. A sus pies volé muy lejos. Suele pasar que uno, de vez en cuando, mira tu que cosas, gusta de volar lejos, ayudado, quien sabe, si por un puñado de libros y muchas horas de lecturas tiempo ha.

Castillo de Villalonso.
 


Marché de Villalonso embobado. Tratando de imaginar que por aquellas mismas tierras por donde iba rodando, habían pasado las monturas de los señores de Castilla muchos siglos atrás. Imagineme también, o eso traté, como serían las aldeas de entonces, las gentes de antaño. Estaba siendo aquella escapada castellana muy reflexiva en tales menesteres. Desde Valencia de Don Juan, Zamora, La Alberca, El Barco, Ávila, Medina del Campo, y la puntilla de Villalonso.Que gran historia poseemos, aunque no queramos verla. Siglos y siglos de gran historia marcada a sangre y fuego, desde los primigenios castros, hasta los primeros reinos, las luchas enconadas entre estos y, posteriormente, la búsqueda en común de un enemigo llegado desde el otro lado del Mediterraneo. Buahhh...imagínate como pasé a tierras leonesas...estuve por llamar a los de SW-MOTECH y encargarles una lanza con su acople para el manillar y un porta escudos.
                                            
                                                           Carreteras solitarias.

 

Pasado Sahagún paré a comer en un pueblo del que, aunque quiero, no puedo recordar su nombre. Dos mesas con sus respectivos bancos de hormigón, de esos que hay en parques semi abandonados a las afueras de muchos pueblos, y que vienen de miedo para comer tranquilo. Tras una leve siesta tumbado al sol sobre ese banco que te dije antes, lavé los potos y seguí ruta.

Comida con vistas.


Nuestro Muro de Adriano, al fondo.


Volví a pasar por Cistierna y, poco después, el túnel del pantano de Riaño. Dejado atrás el leonés pueblo de Vegacerneja, próximo al inicio del puerto, bastantes kilómetros después, apoyado en la maleta izquierda, me giré en marcha, leve y rápidamente, buscando con la mirada aquella dorada llanura, aquellas almenas que me llevaron muy lejos en los tiempos, y que aparecieron ante mi de manera inesperada, en otras provincias ....En tierras del alto León, a los pies de Picos de Europa, por mucho que uno mire a lo lejos, hacia ese horizonte que ha ido dejando hacia el sur, solo verá montañas.Verdes, altas y bellas montañas. Las llanuras color oro quedaron lejos hace tiempo.

Aquello sucedió en Septiembre.

  Próximo a Riaño.

 

Y así fue como, buscando algún destino donde rodar tranquilo, subí a LA ALBERCA, LA DISCULPA CASTELLANA......

Subiendo, de nuevo, hacia el Pontón.


Pd. En la recta, cuando miraba tras de mi, paré a fotografiar la imponente imagen de una blanca, húmeda y fría lengua de niebla. Esta, cubría las montañas y se dejaba caer hasta el valle. Mas allá de los Picos, de todo lo largo de la Cordillera, hacia el norte,tras esa suerte de Muro de Adriano español, se encuentran pueblos diferentes, con sendas culturas diferentes, con dialectos y lenguas propias. Antes de ponerme a subir hacia el alto del Pontón, dentro de esa sedosa nube, pensé que, tanto hacia donde iba como de donde venía, al Norte y del Sur, pese a las diferentes costumbres que tenemos y a la vez nos unen, en una vertiente como en la otra, existían unos rincones y unas gentes COJONUDAS.


Enlace de la ruta: http://goo.gl/maps/UsSvK

Gracias por llegar leyendo hasta aquí abajo, tras este tostón bíblico.
Un fuerte abrazo, amig@.
Gelu.